Sioban Nelson: Análisis enfermero del SARS CoV1 (Toronto, 2003) frente a la crisis de la COVID19 en España

La profesora de la Lawrence S. Bloomberg Facultad de Enfermería de la Universidad de Toronto, SIOBAN NELSON, pone a disposición de las Enfermeras de Lleida su editorial “La lección más importante de Enfermería del SARS, en Toronto 2003” y concede una entrevista a la revista INF (INF32 Març 2020) para analizar las similitudes entre la crisis de Toronto en 2003 y la situación actual en España, ante la pandemia de la COVID19.


EDITORIAL Sioban Nelson

“La lección más importante de Enfermería del SARS, en Toronto 2003”

Con el número de infecciones y muertes de la COVID19 aumentando en una curva exponencial en todo el mundo, puede parecer que apenas valga la pena mencionar el historial del SARS (SARS-CoV1) de 2003. El total de muertes en Toronto, epicentro del brote del coronavirus fuera de Asia, fue de tan solo 43. Sin embargo, el SARS proporcionó un ensayo general de una pandemia del siglo XXI y ofrece las lecciones aprendidas sobre preparación y seguridad de los trabajadores; un mensaje crítico en la situación actual.

La primera lección sobre el SARS fue el mensaje, ahora familiar, de ralentizar la transmisión comunitaria para permitir que el sistema responda, tanto en términos de desarrollo de una cura o una vacuna (dependiendo de la causa de la pandemia), como de defensa del principio de precaución que insta a una respuesta rápida y decisiva, en la etapa más temprana posible. La segunda lección hablaba de lo que nos esperaba en América del Norte: la cuestión de la seguridad de los trabajadores de la salud cuando el sistema se ve colapsado. Esta es el aspecto del SARS de Toronto que afecta más directamente a las enfermeras.

A pesar de que los medios proclamaron el heroísmo de las enfermeras y de sus colegas de primera línea durante el invierno-primavera del 2003, llegado el verano la respuesta de la profesión de enfermería se había endurecido hasta la ira. Por la forma en que el SARS había sido efectivamente contenido en Vancouver y otras ciudades fuera de China y Hong Kong, estaba claro que podía y debería haberse contenido.

En 2003, las enfermeras de Toronto fueron dolorosamente conscientes de que el fracaso del principio de precaución era el resultado de un programa de austeridad de ocho años en la provincia, caracterizado por profundos recortes presupuestarios, el cierre de hospitales, despido de enfermeras y una amplia precarización generalizada. Cuando el SARS llegó a la ciudad, el sistema había eliminado la mayoría de los contratos de dirección de enfermería y los contratos de carácter temporal [AK1] estaban a la orden del día para la enfermería. Las salas de emergencias y las UCI ya se estaban desbordando.

Como declaró la Registered Nurses Association of Ontario (RNAO) ante la Comisión Campbell –creada para evaluar la respuesta de la provincia al SARS– el problema no era el virus. El SARS no pudo ser contenido porque Ontario tenía “un sistema que estaba pobremente conectado; un sistema de salud pública que, carente de recursos, se desintegró; un sector de atención domiciliaria que se desestabilizó; un sector hospitalario que no estaba preparado para emergencias de alto nivel; y una fuerza laboral de enfermería que luchó contra ratios de personal peligrosamente bajos, altas cargas de trabajo y una excesiva dependencia del personal a tiempo parcial, eventual y subcontratado“. Esta fue la receta para convertir a un nuevo coronavirus, moderadamente infeccioso, en una emergencia nosocomial.

Cuando expliqué la historia del SARS hace solo unos meses en una clase de NP, muchos estudiantes tan solo la recordaban vagamente de sus días de escuela secundaria. Después de leer a Adrienne Byng y mi capítulo sobre el SARS, alenté a los estudiantes a hablar con las enfermeras que habían trabajado en Toronto en ese momento. Este ejercicio originó interesantes debates intergeneracionales. Los estudiantes trasladaron a sus compañeros de clase traumáticos recuerdos de colegas y familiares de mayor edad que recordaban la confusión y la terrible sensación de abandono por parte de sus empleadores, ya que se sentían inseguros en el trabajo. También recordaban que se sintieron abandonadas por la población, ya que fueron víctimas del estigma y el miedo generalizado de la gente. Por ejemplo, se hizo imposible viajar en transporte público llevando la credencial del hospital sin sufrir insultos, se les dijo que mantuvieran a sus hijos lejos de la escuela (a veces mediante cartas anónimas); hablaron de las dificultades cuando se recluían en cuarentena en sus propios hogares (a veces muy pequeños), del terror de infectar a sus familias y la angustia por sus hijos. En Toronto, mientras el personal médico estuvo a veces en cuarentena en hoteles a expensas del gobierno o del hospital, a las enfermeras –que posiblemente tenían menos recursos domésticos– no se les proporcionó nada. Como demostró la investigación posterior al SARS, el coste emocional para las enfermeras fue enorme.

Sin embargo, otros estudiantes informaron de lo contrario. Hablaron con enfermeras que recordaban sentirse seguras, bien informadas y apoyadas por la gerencia y por la comunidad, en general.

Ésta es hoy la gran lección para nosotros: necesitamos que nuestros trabajadores de primera línea estén y se sientan seguros. Si queremos limitar las muertes innecesarias por COVID19, debemos evitar que el sistema de salud se vea colapsado. Tenemos que asegurarnos de que las enfermeras, los médicos y otros trabajadores de la primera línea de salud cuenten con todo el apoyo para incorporarse cada día y hacer su trabajo. Deben recibir apoyo en el trabajo con el equipo y la información necesarios, ayuda para llegar y salir del trabajo, tener acceso a alimentos (¡éste fue un gran problema en algunos hospitales!) y colaboración en el cuidado de sus hijos.

Necesitamos asegurarnos de que las enfermeras reciban los recursos y el apoyo para aislarse y ponerse en cuarentena mientras protegen a sus familias. Pedimos tanto a nuestras enfermeras, que no deberíamos pedirles que elijan entre su deber de cuidar como enfermeras y la seguridad de sus seres queridos.

Las enfermeras deben ser escuchadas cuando plantean inquietudes: fueron las enfermeras quienes vencieron la resistencia a dar la alarma y declarar el segundo brote de SARS. La COVID19 será diferente en cada hospital, ciudad y país; pero debemos asegurarnos de que, más allá de los aplausos y los elogios para los héroes, los recursos estén en su lugar para mantener seguras a las enfermeras y a sus familias durante esta pandemia.[] ©SIOBAN NELSON


ENTREVISTA

“La COVID19 nos devuelve a lo más básico”

A fecha de hoy (20 de marzo), en nuestro país, la enfermería cuenta con el apoyo de la población y la campaña #quédateencasa promovida por el personal de salud de primera línea ha derivado en el confinamiento voluntario de la población no diagnosticada. ¿Cree que a medida que pasen los días, cuando haya más personas infectadas por el SARS-CoV2 y en contacto con el sistema de salud, cambiará la opinión del público respecto a las enfermeras?

No sé si la población española cambiará de opinión acerca de las enfermeras. Lo que sucedió en Toronto fue que el SARS-CoV1 fue nosocomial y, por lo tanto, el público estaba muy amenazado por el contagio del virus a través de los trabajadores de la salud. Pero hoy, con la COVID19 instalado en la comunidad, este problema debería ser menor. Sin embargo, podemos imaginar que en el futuro volverá el virus y el temor público puede hacer que se culpe a doctores y enfermeras. Por ello, no podemos dar por garantizado el apoyo de la población y las organizaciones de enfermería debemos permanecer vigilantes y velar porque las enfermeras estén seguras y se sientan apoyadas durante este brote, pero también en brotes venideros en los que miedo y emociones se unan.

Las principales fuentes de contagio en España se encuentran, principalmente, en las grandes ciudades. Las enfermeras españolas, víctimas de un largo período de recortes e inseguridad laboral, experimentan una situación similar a la descrita en su editorial. ¿Se puede establecer cierto paralelismo con la situación de 2003, en Toronto?

Sí, esta situación es exactamente la misma que se dio en Toronto en 2003. En España, los drásticos cambios en el sistema de salud han dado lugar al desempleo y a la falta de seguridad para las enfermeras –muchas de ellas con contratos temporales y no de larga duración–. Lo que, en Toronto, desestabilizó el entorno de trabajo. Las enfermeras experimentadas se retiraron o fueron despedidas. Y las enfermeras jóvenes (junior) acumulaban contratos a tiempo parcial y no contaron con mentoras ni fueron suficientemente apoyadas. Hubo graves recortes y cada unidad de hospital fue reduciendo su personal.

La seguridad del paciente debe combinar correctamente una mezcla de enfermeras experimentadas y de enfermeras jóvenes y, en Toronto, este sistema se vio interrumpido y el SARS-CoV1 afectó gravemente a la capacidad del sistema de salud para responder a esta prueba de fuego.

¿Por qué es tan difícil que se tengan en cuenta las alertas que lanza la Enfermería, la mayor fuerza de trabajo de salud del mundo? ¿Para evitar la alarma social o es por temor a que se descubra una mala gobernanza de la salud?

En Toronto, fueron las enfermeras las que detectaron un segundo repunte del brote, pero fue difícil que las escucharan, tanto en los hospitales como por el gobierno que no quería la mala noticia de que el SARS-CoV1 estaba de vuelta. Fueron las asociaciones profesionales y los sindicatos los que presentaron la batalla. Es muy difícil que se escuche a las enfermeras de primera línea en el sistema de salud y, quizás aún más, durante una crisis. En Toronto también se habían recortado los puestos de dirección de Enfermería y, por lo tanto, se abrió una gran brecha en el sistema, con gerentes que recibían la información directamente de cientos de enfermeras que les avisaban. Se recortó, aún más, en enfermeras de primera línea y llegaron a ser invisibles para el sistema. Por ello, durante esta crisis, creo que es esencial que el personal de primera línea sepa a quién pueden acudir para plantear inquietudes sobre la seguridad: la suya y la de sus pacientes.

Este 2020, celebramos el Año Internacional de la Enfermera y de la Matrona, con el movimiento mundial Nursing Now®, y en plena crisis de la COVID19.

Es irónico que el Año de celebración de la Enfermera y de la Matrona –y el aniversario de los 200 años de la muerte de Florence Nightingale– haga memoria de la importancia del trabajo de Enfermería y de cuánto dependemos todos de ella. Pero también es interesante que la COVID19 nos devuelve a lo más básico: lavarnos las manos correctamente con agua y jabón. También le recuerda a la población las necesidades fundamentales. Necesitamos hacer seguimiento de los contagios, contener a los individuos que se han expuesto al virus y someter a cuarentena a los infectados. Se trata de salud pública básica y de Enfermería básica.

Así estamos en 2020 –como en la pandemia de gripe de 1918–, en una situación en la que el mundo sabe que la Enfermería y la salud pública son tan importantes como nunca antes lo han sido en nuestra historia. Las personas ahora nos ven y el desafío es asegurarse que no lo olviden una vez pase la crisis.[] ©MISSATGES/Montse Gimena

REVISTA INF 32 Març 2020 -Especial COVID19

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