El Col·legi Oficial d’Infermeres i Infermers de Lleida (COILL) muestra su preocupación por el deterioro emocional y físico constatado entre las colegiadas y augura que, si no se corrigen los problemas estructurales y se palían las secuelas de la Covid-19, el sistema se debilitará con su principal fuerza de trabajo enferma.
La junta del Colegio Oficial de Enfermeras y Enfermeros de Lleida ha manifestado su preocupación por el estado de salud de sus colegiadas y colegiados. Una situación que no es nueva pero que se ha visto precipitada con la pandemia de la Covid-19.
¿Cuanto más aguantarán las enfermeras? ¿En qué condiciones físicas y emocionales se ven obligadas a trabajar? ¿Hasta cuando?
Lleida es una de las provincias con un déficit histórico de enfermeras. Una carencia estructural que se ha convertido en “el pez que se muerde la cola”, expresa la presidenta del COILL, Mercè Porté. Pocas enfermeras y sobrepasadas por las necesidades asistenciales de una población cada vez más envejecida y deslocalizada dada la dispersión geográfica del territorio.
La precariedad laboral marcada por la discontinuidad de los contratos obliga a muchas de las enfermeras y enfermeros de Lleida a simultanear diferentes trabajos, en diferentes servicios y diferentes centros. Una situación que a medio, largo plazo se traduce en la imposibilidad de conciliar vida laboral y personal o “encadenar turno tras turno, en detrimento de su propia seguridad y la del paciente”.
Trastornos del sueño y de la alimentación, depresión… Situaciones que se escapan al amplio elenco de ‘Enfermedades Profesionales’ reconocidas por el Ministerio de Sanidad.
Estas realidades son “gasolina para nuestro trabajo y para nuestra salud”, explica Porté. “No hablamos de enfermedades contagiosas, pero se están extendiendo a tal ritmo que ya podemos hablar de mala salud colectiva. Las enfermeras enfermamos”.
Por si fuera poco, llegó la Covid-19. La sobreexposición al virus ha causado estragos entre las enfermeras que se han contagiado en masa y, muchas de ellas, la sufrirán de por vida como Covid-19 persistente. Unas secuelas altamente incapacitantes para el ejercicio profesional y de difícil diagnóstico.
Con este panorama, aderezado por el incremento de agresiones físicas y verbales en el entorno sanitario, “las enfermeras exigimos que se nos cuide”, dice Mercè Porté. Mucho se habla estos días del burnout de la enfermería. “Un estado crónico en el que la precariedad, el estrés y el desánimo deterioran nuestra capacidad profesional de cuidado y nos destruye como personas“; afirma Porté que precisa que “incluso jóvenes enfermeras, recién incorporadas durante la pandemia, sufren ya este deterioro, especialmente en el plano emocional”.
Con la jubilación masiva de las primeras generaciones de enfermeras de los grandes hospitales catalanes en un horizonte próximo, el COILL prevé una discordancia absoluta entre la fuerza de trabajo y las necesidades de atención sanitaria de la población. “Si al bajo ritmo que aumenta la contratación de enfermeras y la baja predisposición a consolidar plantillas, le sumamos la realidad de una enfermería ‘herida’, se nos hace muy difícil visualizar nuestra carrera profesional a largo plazo”.
En el marco de esta reflexión, el COILL apuesta por una jubilación consecuente y realista con la salud profesional y vital de las enfermeras. “Hay que revisar los parámetros que se ven condicionados por el deterioro emocional y físico constatado entre las colegiadas, porque si no se corrigen los problemas estructurales y se palían las secuelas de la Covid-19 o cualquier otra afectación futura generalizada, veremos a las enfermeras y enfermeros abandonar la profesión en masa. Si su principal fuerza de trabajo enferma, el sistema se debilitará y la población sufrirá las consecuencias. Nuestro estado del bienestar decrecerá”, afirma la presidenta del COILL que pone el Colegio a disposición de administraciones, sociedades científicas y asociaciones profesionales para avanzar en un proyecto de futuro para la enfermería.
